jueves, 24 de septiembre de 2009
EL TRANSFUGUERO DE LA TARDE -NOVELA
EL TRANSFUGUERO DE LA TARDE
Caobo sería el nuevo alcaide de la penitenciaría nacional y Rafael Durango encargado de aprovisionamiento Alquileres y desahucios.
Cacheo y Palomina llegaron a la vivienda abrieron, todas las puertas y las persianas salomónicas de maderas, un gato que había en una silla se quedó mirando las manos entrelazadas de los nuevos inquilinos. Lo dejaron porque a Palomina le recordó la mirada de su difunta madre Freslinda. Estando en el lienzo de su soledad se envolvieron en la larga tristeza que por muchos tiempos traían en sus corazones inhibidos… abrieron las alas de este y comenzaron a viajar en un vuelo de suave brisa en los embrujosos besos tibios menos que ardientes con deseos volcánicos…
-¡Ay!, ¡ay!- Dijo ella. ¡Algunas cosas se movieron!
--¿Qué ocurre Paloma? ¡Es simplemente sombra! ¡Son sólo sombras!
--¿Son sólo sombras? Preguntó Ella.
--¡Si,-- ven para acá! dame un beso de tu boca que la quiero besar, no permita que se marche, el dulce calor de tus labios. Está bien, los sentí muy débiles y sin sal porque han perdido el sabor de aquella tarde de rosa y de miel, aquellas mañanas de merengue y ajonjolí… con caldos de tórtolas y yuca horneada en aromáticas tensiones donde el humo se retuerce al entrar por los túneles de tus oídos de mullición y cánticos de océanos cielo y mar.
Ediciones Bajabonico
--¡Ven! Ven que deseo sentir tus manos sobre mi vientre. No… ahora si, tengo ganas de dormir junto a tu desnudo cuerpo pero por qué te aleja... ¡ah! creía que era por mi perfume… está bien aléjate si lo desea se que no soporta el aliento de limón, ¡ah bueno, no es por eso…!
-- es por el sudor que no quiero ponerlo sobre la sábana blanca, la cambiaré por esa morada…
-- no, no, déjame esa, que es la de mi herencia sentimental incluso racional.
--Yo no comprendo tus maneras, eres una ruedas que se devuelve en lo planos llanos… ¿por qué?
--Pienso que no tienes edad para comprenderlo.
Paloma se retiró de su lado, tres pasos a la izquierda, y al ver que nadie se acercaba, levantó la falda hasta los pechos y mostró al escritor el plumaje que cubría su cuerpo… el maestro sintió que una carga de energía muy alta caía encima de su espíritu juvenil.
-¿Y ahora qué me dices, puedo o no puedo comprender?
EL se levantó de la cama, muy tierno y tan sensible que la tomó por el dedo meñique izquierdo y como a ella le agradaba chupar los dedos se lo puso en la boca. La palomita lo tomó como un grano de maíz y su energía erótica cargaban los acumuladores escróticos del maestro, como dos nuevas baterías
17- 12, ó; 23-12, en esa actitud permanecieron varios minutos, luego la interrumpieron por la inesperada llegada de la madre que llevaba los tratos para la cena.
Camina, para que le traiga un poco de café en lo que les sirvo la comida.
El sol todavía besaba los corotos de la habitación, la brisa rozaba la cabellera primavera, de Palomita que acababa de traer el café cremoso al maestro. Palomita había cumplido los 11 años y sus labios pronunciaban ardientemente en nombre del padrastro y esto lo ponía nervioso a pesar suyo no perdía el equilibrio emocional. Mientras degustaba el café cremoso miraba que ella exhibía los erectos pechos como dos pequeños limones, dos espinas ingenuas y en aparente castidad despertaban la sazón de sus inhibidos deseos con el perfume que salía del horno de su carne. En la noche cuando las cabras y sus parientes rumiaban bajo los rayos de una luna detectivesca así rumiaba el maestro los títulos
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