Después de darle autorización a Benito para moverse entre Tatiana, Aromania, Guanabanía y los otros entornos de la ecología donde había crecido la madre y el padre de la que en unos días seria la madre de sus hijos, hizo estas anteriores reflexiones de los días de su infantil existencia... Estaba agotado y no salió ni al río esa tarde... la mente de don Benito sólo podía reclutar imágenes de lo que le pasó a la llegada de los invasores y escuchaba frases como -¡Atención soldado de cartón! de hilos y metralletas para la muerte, a veces llegaba la imagen de la carreta de Miguel Cabrera, quitándole el yugo a los bueyes... que se caían por la ceguera... pero levanto rápidamente la cabeza de la cama donde usaba los brazos como almohadones... creyó que habían dicho que Mambrú había llegado a Tatania... que lo trajeron de la guerra en una funda plástica... pero volvió al camastro. ¿De dónde será Mambrú?... ese, es el que trajeron en una funda negra... ¡Tendrá o no tendrá hijos y mamá...? ¡Se habría ido a la guerra... lo obligaron a ir... Uuuuuf, qué me dices...?
Lo que no sabía Benito, era que Ramona conocía al soldado Mambrú... que no era de hojalata... que tenía más que todos los combatientes de la muerte, 333 huesos... que era muy diferente. Lo que nunca supo Olivo es que el mismo día del compromiso con Ramona, habían matado el ’dolo de los niños y jamás han vuelto a dormir... se ha muerto la felicidad que le quedaba, ya no hay con quien reír... sólo se escucha ¡ay, que dolor... ay que dolor, que pena, no... Ya no volverá... Y Ramona y Benito soñaron el mismo sueño, estuvieron en el mismo cementerio enterrando los niños que habían muertos por la muerte de Mambrú.
Ramona había nacido en esos días de dolor y travesura imperialista, al compás del vuelo de ciguas y rebuzno de asno en celos y mullidos de Mauricio y cantaletas y vuelos de palomas. Dando la naturaleza un toque de finura en su crecimiento en altares de quimeras, en pencas de palmeras, en tardes de verdes gramales... saboreando el almuerzo de esos tiempos, encima de frescas esterillas fabricadas por el guerrero Fermín Silverio.
Siglo 20 padre de tiranos y tiranía; de pueblo honrado de héroes, de sangre de tiranos... por ese siglo de comedias trágicas, de escenarios de velorios... de encierro de almas vivas... de invasiones... 1916-1924, 1939, 19/5, 1965... Escenarios de piernas rotas, de cuerpos de negros enterrando un doliente por una bala política, por una bala usurera, por una traicionera.
Un día en la casa de Martina, su hermana, Benito dijo -déjalo que llore de alegría, mucho ha llorado de tristeza y de dolor... Pero tú no sabes que no es de alegría que este llorando, ha muerto el presidente Mon y estamos en duelo...
-¡Dónde harán los funerales? -preguntó a su hermana, que era adepta al difunto...
-En cada hogar habrá dolor por mucho tiempo, manifestó Martina...
-Me gustaría enviarle dos coronas, dijo Benito -una de huesos y otra de carne de reses.
Martina adoraba a su hermano Benito, pero conocía la militancia de éste desde cuando los soldados americanos de ocupación lo golpearon en la espalda y la cabeza siendo un niño todavía... por negarse a cooperar de guía en las cercanías de la Barranquita. Por esa razón... ella sabía que su hermano era una mina al explotar, lo dejaba decir... y por el gran amor que le tenía, no dijo nada cuando se sintió herida, por las coronas de huesos que su hermano había esgrimido como una espada. Martina sabía también que sus padres perdieron su único tesoro con esa orden anti-natura... recuerda la docena de chivas que ordeñaban las dos viejas burras aguateras, y los dos potrillos de ella y de su hermano Benito... Eso la puso de mal humor y llamó a los gemelos, a los que le había ordenado llorar, que rieran como decía el tío Benito... Se levantó de la mesa donde cortaba la ropita de las fiestas patronales de Guayubín, su pueblo... para el bautismo de los Mellizos... y llamó -Octavio -dijo ella -llama a Octaviano y dile que pueden seguir riéndose... por la muerte del presidente.
Octavio y Octaviano son dos gemelos de 7 años y 7 meses que nacieron el día 7 del mes 7; por haber nacido con esos detalles en Guayubín los conocían como par de siete. Eran muy risueños, rieron desde las siete cuando llegó su tío Benito, teniendo sobre los ojos las alas del sombrero de cana verde... y a ellos les pareció ridículo... Martina tuvo que intervenir porque si los dejaba terminaban llorando de tanto reír.
-Octavio -dijo Octaviano, vamos donde tío para saber si el sombrero de cana verde se usa cuando matan al presidente.
Martina, me voy -recuerda que me caso en el invierno. Benito dejó que los muchachos lo llevaran hasta el parquecito desde donde se devolvieron a reír por la muerte del Presidente Ramón Cáceres... a quien Benito le atribuía su gran marcha... mandar matar aunque fuera reses, es mandar a matar.
En el trayecto Guayubín-Navarrete, Benito pensaba en la forma de vivir de los familiares de Ramona... no importa que se presten las herramientas... pero el que s—lo ve trabajar... que compre con su esfuerzo. Pensó en los primeros años que van del 1900... y dejó las lucubraciones y se concentró en el paisaje: bandadas de garzas reales, de rolones con plumajes azulados y picos cortos, la hilera de equeje de piñón cubano, unas cuantas mujeres sembrando arroz en la regola. Con la imaginación veía reír a carcajadas a sus sobrinos y, a los de Ramona alimentar como Nodriza a las cerdas papacotas debajo de la mata de mangos vizcaínos. Tirarles granos a las gallinas y patos. No había humedad, la pocilga no hedía, Ramona tenía tres cerdas paridoras, los vecinos nunca se quejaban.
En el cumpleaños de Ramona, Benito vestía camisa negra mangas cortas, zapatos del mismo color. Estaba tan pulcro que los amigos no se acercaban para no ajar su ajuar. El en lo particular era ceremonioso. Veía de soslayo el vestido que convertía a Ramona en una jovial mariposa de jardín de verano... Era una falda de flores pintadas en blanco, rojo, verde y amarillo... y una blusa color orquídea cargada de rigor para hacer el equilibrio.
En el mediodía sirvieron un deleitoso, delicioso sancocho de sólo tres carnes... estuvo el ambiente tan de colores que parientes e invitados desearon que en Tatania alguien cumpliera año todos los meses.
jueves, 24 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario