lunes, 9 de noviembre de 2009

mas de una noria en el camino...

. Nacida del vientre de sierra prieta y sierra blanca, de Sierra donde sea, en las proximidades de la Malena, y entornos de Pedregal, y de la Cuaba, el viejo manantial de rencor creció, entre peñas y cadillos, entre arrabal y maíces, entre arroyos y piedras, y entre las sienes de los trabajadores, de las obreras labradoras de hondonadas y covachas, de esas y cualquier otras colinas. Que antes no tuvieron linderos, y nació el odio contra el acero, contra las espinas de acero, las púas matemáticas y geométricas contra las fronteras impetuosas impuestas entre yaguaciles y yautías, ñames debajo de las matas de guáyigas y de las pisadas de Pablo Díaz. El liderazgo de doña Tingó, no se comprendía en Villa Tingó, ni en Villa Florinda, ni en Villa Soriano Muñoz, pero sí en ciudad Pablo Díaz, ella pudo ser luminaria en AYALA, al lado de Zapata, y por eso apagaron el pabilo de su esencia vital, evitando la disipación de brumas en quebradas y ecúmenos rurales, en barrios, y luego en los ensanches de las ciudades grandes, separó neblinas y vio la necesidad de seguir la lucha contra el imperio de la fuerza y el de Pablo Díaz. Para volver en realidad el postulado que “la tierra es del que la trabaja” del que la convierte en madre, disciplinando su fe. En las reuniones enunciaba-“hay que poseer la tierra” su hija Bonifacia, la recuerda con su lenguaje de bejuco de indio decía, cuando el agricultor abre un hoyo en el costado de la huerta, es como cuando un toro encinta al becerra, y el ganado entero…” pero hay que observar la diferencia, el buey desconoce que las cría que nacerán no saben de las consecuencias de la preñez pero el agricultor sabía como Mama que las mazorcas y las vainas, resina, racimos o granos, sostendrán a las familias. De aquel hoyo salía la salvia de la vida. Doña Tingó dijo un vecino hablaba del regocijo que le provocaba el trabajo, pero su meta era el trabajo colectivo, sin establecer quien era, lunes o viernes, no le interesaba el género. Para el trabajo somos cualquier cosa, no soy ni hombre ni mujer, soy trabajadora únicamente eso, lo importante era la producción. Me olvide que era mujer, hembra paridera, no estoy segura si siento como mujer, o si siento como madre, segura, segura no estoy… decía moviendo de izquierda a derecha la cabeza, si soy guandul, o frijol, lechoza o mamón… ¡je geedgee! Yo me río de mi lo que digo, a veces ni me escucho. Pero de esa manera es que me doy cuenta de los dolores de mi cuerpo. Pero pienso que cuando vuelvo a la casa, que era para mí…, un palacio que me esperaba y me recibía, por las glorias que llevaba del quehacer, de los días o de las horas ausentes. Mis amigos, decía Bonifacia, se sentaban en círculo, para escuchar las historietas de mi mama, un día refiriéndose a Felipe, su segundo marido, señalé cundo mi marido murió fue cuando mayor cariño le puse a la tierra, el amor que me unía a ese hombre se lo puse a la tierra, al quedarme sola encontré calor en el cuerpo de los surcos. Otro día mama dijo: amolemos las azadas, las mochas la batalla comienza muy temprano hay que hacer la tala, mira que hermoso es el maíz al dejar las hojas la tierra, más bellas son las matas cuando están preñadas de múltiples mazorcas. Los convido para mañana ir a la parcela de Hato viejo. Esta tierra me la dejó mi marido aquí en esta jurisdicción de Yamasá. A mí el sudor me corría hasta por el sexo, honrando la memoria de Felipe, en los surcos, ya ustedes ven que si aquel honrado fue este también lo es… ¡campesinos honrados! Je, je. Jesús María, me junto con usted porque como yo ama la tierra, mientras tenga tierra, no necesito cariño de hombre, usted me perdona si no puede entender lo largo de mis palabras! ¡Je, je! ¿Qué cree Jesús?
A esa comunista le quitaré la tierra, se la quitaré. Si no, no me llamo Pablo Díaz. Lleven los tractores, búsquense 15 guardias que yo hablé con el coronel Morel, llévense todo el maíz que comienza a espigar, eso sí, que deben hacer las cosas que le digo… no otras, ahí está la llave saque una caja de 1852 del caregato, dénsela al sargento que va con los guardias… y esos sobrecitos. Cuando terminemos haremos una fiesta para los vecinos allá en hato viejo… mataremos tres novillos pero Guarin, no quiero ver en esa fiesta gente que no sea compadre o comadre, leales a la diabla de Tingo.
32 días más tarde en la enramada de bajío aprovechando que estaban borrachos lo fue llamando de tres en tres, para dominar con seguridad al grupo de leales de mama. Señores pongan sus nombres en este papel, y cuando terminen pasen a buscar un sobrecito donde Sergio Leyva así continuaran la fiesta, recíbanlos a nombre del Patrón. Cuando los primeros tres se levantaron para estampar la firma, surgió como de la nada machete en manos doña Florinda, la presencia inesperada de la madre de la tierra, frustró las aspiraciones de don Pablo Díaz, los 23 agricultores que estaban en la enramada saltaron de sus asientos a pesar de estar avergonzado se acercaron a su líder que decía- un momento compañero qué es lo que están o pensaban hacer, desde cuando debemos pagar, por lo que es nuestro, me gustaría que el muy distinguido señor Díaz me demuestre que es nacido en esta tierra, o que su madre o su padre, fueron o son de estos predios. Entonces señores, si prueba ser heredero… un disparo de escopeta 12, rompió en pedazos el discurso de doña Tingó, unos salieron a protegerla, otros dejaron la enramada para guarecerse en los troncos de caobo y de palmeras. Otro disparo despertó a los nativos aliado a doña Florinda, comprendiendo entonces, que una vez más les habían tomado el pelo. Nos volvieron a engañar, nos dejamos engañar. Hemos traicionados a doña Florinda. Hicimos algunas cosas mal, nos íbamos a engañar unos contra otros… no aprendemos, nos cegamos con el maldito “ron caregato”, ya hemos perdido la honradez y no somos garantes.
Así hablaba Higinio Sosa, quien llamó a proteger a la líder. Ella levantaba la constitución de la república, y movía el brazo izquierdo donde tenía el machete relumbrando. Estaba lista como el último combatiente, para continuar defendiendo la tierra o para entregar la vida. Primero dejamos la vida que dejar la tierra. Defendemos lo nuestro por respeto a la verdad. Formamos un escudo circular, el esbirro agente abandonó la finca y los muchachos salieron con mama al hombro cantando el himno nacional. Cuando el tercer disparo los campesinos gritaron – ¡“siempre Adelante, siempre Adelante…!” ¡A luchar, a luchar! ¡Luchar! “… a imponer los nobles principios que reclama la constitución.” Pero yo fui a luchar hasta los tribunales, llevé mis temores a los escritores de las autoridades y hasta dije- señor Juez esa tierra es de mi propiedad, puedo demostrarlo los aplausos arroparon el salón. Me agarré la cabeza cubierta con un paño blanco que nunca dejé en contraste con mi piel y vi que al señor juez lo disgustaba, lo llevaba de la barba a la quija. Muchas fueron las veces que no se presentó para no tener que verse conmigo que era la verdad. Cuando días después me enteré que el capataz del tal Pablo Díaz había hecho pedazos las sogas de los marranos, salí a seguida detrás de mis cabras y de mis cerdos, no hacía mucho calor, el sol se vendó los ojos para no ser cómplice, de la locura del senescal de Pablo Díaz, el sol sabía que Ernesto Díaz, se lo había robado, sabía por demás que lo ultimó a cartuchazos. Estoy molesta dije antes de salir, no hallé la biblia tenía necesidad de jurar sobre esas páginas que decían mientras las lágrimas bañaban los senos de la madre de ocho hijos. No pude discernir el sabor de esas lágrimas agridulces y muy calientes. Mi cuerpo se energizó, pero el miedo ese día creció, creí que era el de la cara de la muerte. Hice la señal contra las maldiciones, agarré el machete y fui en busca de los cerdos y oí que algo más se había llevado ese hombre malvado. En la vieja hondonada en el bahio donde hacían la fiesta, ahí estaba la más vieja de la sombra del universo. Estaba ñangotada, como una ciega gata escondida y sin aspiraciones- pero era un cuatrero primitivo, escondido detrás del matorral como los miembros de la comisión ejecutiva del mismo diablo. Tenía en la mano izquierda el aparato de la muerte, y aun no saciaba la sed de salitre y sangre quería matar a una mujer dada al diálogo. A mí me mató la anarquía, el desorden la desfachatez religiosa y política de 12 noches de sombras hediondas a hemoglobina. Me mató el capitalismo usurero, fatal, inhumano. Llegué prurriado los animales… Prut, Prut, Prut, Prut, yo caminaba a pasos largos llamando mis animales y no callé hasta que llegué a la sombra de la cañada volví y dije Prut, Prut, el ruido invadía la selva, disolvía la tranquilidad de la tarde del campo, pero no me podían escuchar ya estaban violados y muertos con la escopeta 12 de y alguna cosa más de Ernesto Díaz miembros de los incontrolables. Giré hacia la derecha, luego fui a la izquierda... Caminé de frente, pero Darin me estaba apuntando con el aparato de matar, ya me tenía a la boca del arma oí que dijo Ya si te jodiste esa alfarnate, infierno de mujer. Apuntó, disparó con cuidado y precisión me dio en la cabeza, yo casi ciega caí arrodillada como un racimo de palma sequé el sudor peor que el de parir… levanté el brazo sosteniendo mi machete lo iba partir en dos, fue ahí que me destruyó el pecho, llegó la sombra y me quitó la vida. Dejé en mis labios una fina sonrisa, para el recuerdo al ver que una piara de cerdos blancos se llevaba por encima de la podredumbre y la hediondez, creada por Darin por encima de la pocilga podrida de miajas y de fango.
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Antes que muriera el pequeño Patrovich Iván Filgia, con tanto amor al hospital llevaba, en la casa del niño, la alegría, a pesar de a enfermedad, era relativa, Filgia buscaba días por días la salud del infante y esa actitud copó hasta los pasillos del Penal. Yo lo declaré con los nombres del filósofo y neurólogo creador del conductismo. De a cuerdo a mi parecer ese nombre facilitaría las aureolas del fundador ruso de la referida escuela. Obtuvo premio Nobel en 1904

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