jueves, 26 de noviembre de 2009

bajo los reiles del imperio, paginas.

El señor Olivo laboraba en los fogones de las caderas que activaba con troncos de mangos y aguacates, de guamas y de aromas, casi verde para producir vapores apropiados para las turbinas del central. El vientre de fuego estaba harto emitiendo lenguas amarillas muy calientes. Por su imaginación le llegaron imágenes de la niñez y de su adolescencia ponía sus manos en las orejas de cabritos, y llegó a colocar su boca en la de las hembritas que jugueteaban lamiendo su pantalón con lengüitas tan largas como las llamas del fuego de las hornos azucareros. Pero apretó sus ojos porque las hileras de cabritos se iban quemando con el fuego. Luego aparecieron las burbujas que se apagaban en las lenguas amarillas. Sacudió la cabeza cuando en silueta llegaba la cara de su difunta y muy bien recordada madre. En siluetas de recuerdo metió las manos en la corriente de agua del río Guayubín donde creció recordó los versos “una mano lava la otra y las dos la cara” con un pañuelo que sacó del bolsillo trasero derecho del pantalón para secar el sudor y la humedad de su rostro. Entendió que sus reflejos mnemotécnicos, eran fuertes pero muy extraños. Llevaba a su mente la imagen de Ramona pero se entrecruzaban con los bajos reflejos de la infancia. La veía llegar con el cántaro en la axila izquierda, asimilaba la de un paisano recolectando oro en el cañón del Guayubín, en vez de su princesa del... en el Bajabonico “fresco y cantarín”.
Matilde había cumplido los 18 años cuando se casó con Miguel Cabrera Cruz, de esa unión nacieron Valeriano, Santo, Antonio, Brígida, Antonia, Hermelinda, entre otras y otros. Angelita era la mayor de Matilde pero que Don Miguel asimila como la primera suya... convirtiéndola en la coronela de esa gran tropa. Eran tiempo de luchas, los bosques, las haciendas, las estancias y parcelas de remolachas en el viejo continente europeo ardían por las energías de muerte que de las ametralladoras salían, de las bombas. Los destrozos eran mas que económicos, antinaturaleza e inhumanos, misantrópicos. Muchos países fue una sola lengua de fuego especial los que se oponían al eje. La república se beneficiaria de la muerte y del sufrimiento de aquella gente de esos pueblos con la venta de los azúcares, café, cacao. 1914-1939 ciclo vital de la primera guerra mundial. Quizá era muy lejos, el comercio, pero del escenario de combate llegaban a Tatania las quejas y ayees de los heridos y mutilaciones. De los abandonados en combates. Cuando un hijo de Ferminilandia, en Bajabonico... paraje puertoplatense, degusta un guineo maduro, una tajada de mango o de aguacate... sus dientes cortan el mesocarpio y calma la sed... mueren unas y unos niños... joven o anciano en las sangrientas batallas de los campos de Rumania, de Francia o de Hungría. La muerte pernotaba en las galerías y en los aposentos en las villas y las comunas, se hacia residente en los ventanales y matorrales, en los maizales europeos. La penuria, la miseria, el dolor y la muerte en aquellos predios eran elementos del manjar... y parte del pan de cada día en la familia en contienda. La muerte gemela con la enfermedad se hacia acompañar a los hospitales y a los campos santos.
La economía de esos países era simple hedor vaho en descomposición. Los comedores estaban cerrados la comida no existía como en tiempos normales. Eran esclavos de los padrinos de la guerra. Olivo conocía esas cosas... y las creía como un comportamiento dirigido por una mente superior muy poderosa atormentada. Como Olivo no tenia con quien comentarla siquiera, buscó refugio en los recuerdos de su princesa del río... pero de repente recordó a Miguel Cabrera, un carretero de pasos medios, a quien habia conocido horas antes, no sabía dónde vivía. Lo conoció cuando desenyugaba a sus seis bueyes, los clavaba en el corte de caña para la cena y el descanso de esos. Días luego, en hora del almuerzo, Benito con acento de compañero le habló y con dejo afectivo acordaron verse en la caballeriza al siguiente dia. Aquel dia escogido por la naturaleza imbertolina para llover; comentaron del calor contagioso y sofocante. Intercambiaron alimentos, valorizaron las cualidades de las manos que los prepararon... los platos y cantinas rodaban por el suelo. No tenían ni una pequeña mesa siquiera donde los trabajadores y obreros, poner los cubiertos que protegían sus picaduras alimenticias. Entre otras cosas se basaban las inquietudes y preocupaciones del señor Benito Olivo y dijo- debemos reunir los esfuerzos para obtener las negadas conquistas que por muchos tiempos los trabajadores vienen reclamando de forma individual. Don Miguel ni conocía ni comprendía por qué Olivo lo habia escogido a él para hablarle de esas cosas que no entendía.
-Usted no le parece don Olivo- manifestó el señor Cabrera- que por la lejanía, esa apestosa guerra es poco lo que nos puede afectar.
-No señor don Miguel, para este siglo no hay nada lejos. Las arandelas y correas que enlazan al mundo son la utilidad y la necesidad, es por eso que no hay pueblos que no entre en los aposentos de otros y mantiene contactos con los intereses como el Tenorio del momento para galantear las propuestas. En ese sentido compañero..., no existen los enemigos, lo que importan son los intereses. Los países en guerra necesitaran azúcar y otros lógicas alimentarias para sostener las tropas en combates... significa que el cacao, el café y el azúcar de nuestra producción será cotizado en muchos más de un 1000 %.
-Me parece don Benito, alargando en forma parsimoniosa la última sílaba del nombre de su interlocutor, que ha sido ahora cuando comprendo la frase del maestro, cuando resucitó a Lázaro... porque acaba usted de resucitarme. Acabo de nacer en realidad pienso que ha parteado mi espíritu y me ha dado a la Luz. Mientras rasgaba una caja de fósforo puerto platense señalaba, en realidad eso es nacer. Encendió un túbano de hojas que al señor Olivo le parecieron de salvia.
Mientras los dos obreros analizaban los asuntos de la guerra mundial, grupos de niños del batey se deleitaban mirando el humo que sal’a de la chimenea. Veía como la sirena o pito enviaba gran chorro de humo blanco que engrosaba la contaminación del entorno del central Amistad.
En el cielo, ahogadas por el humo de la fábrica, las palomas se encaminan por dentro de las nubes, como en un túnel de microbios, para llegar luego a la cordillera donde murmuran como si no le importara nada, los charcos de la Damajagua.
Media hora más tarde grandes truenos inesperadamente caen encima de la casa azucarera rompiendo la tranquilidad de la siesta y la marcha de la molienda... fueron largas horas de truenos y de relámpagos... la oscuridad no impidió que continuara el proceso azucarero.
Don Benito alimentaba el vientre de la fábrica pero pensaba en Ramona y en los juicios que había hablado a don Miguel Cabrera. Lo imaginaba quitando los balzones a los bueyes... tumbando con un pie el alcahuete... sonreía en cada escena. Después vio como distribuía los becerros a una distancia muy prudente uno de otro... para que comieran y no se interrumpieran uno de los otros.
Don Miguel corté una caña de la llamada Cristalina y comencé a comer, cortando pequeños pedacitos con el filoso cuchillo de su trabajo. Caminaba despacio, y dijo Ò-Benito es un gran individuo; continuó el camino comiendo la dulce y muy blanda caña. En ese hombre se puede confiar... Caramba, no se morirá por ahora... ni cuando pensar que lo vería por ahora, -dijo...
-¿Para dónde se dirige, don Benito, preguntó apresurado... -Voy a bañarme, contestó de inmediato... aprovecho para decirle que la economía cambiaré... El azúcar subirá 15 veces que lo que cuesta ahora.
-¡Hay en qué nos beneficiará, don Benito?
-Cómo que en qué... mejorarán el salario. Ganaremos mejor salario, tendremos mejoras en los departamentos a que correspondemos... Don Miguel era semi alfabetizado, pero sintió que el lenguaje de Olivo era controversial esa tarde... No le agradó la repetición de la palabra salario. Continuaron conversando y después el carretero llegaba a Ferminilindia y Olivo realizaba algunas tareas en el dormitorio donde residía.
Meses más tarde finalizando la zafra, el azúcar que estaba a 2.25 se cotizó a 26.58. Creció la demanda a los países exportadores.
Era 21 de enero de 1921, día de la Altagracia. Olivo volvió a la Haragana del cañafistol Milenario... Tenía poco tiempo que estaba en la cómoda del vegetal, la brisa suavizaba el anhelo de mirar el fresco rostro de la princesa del río... de repente descubre otro rostro que lo llenó de mucha alegría, el rostro del hombre que lo escucha como un viejo amigo... -Hola don Miguel, cómo se siente usted, pregunta sorprendido. -Muy bien, respondió de inmediato el señor Cabrera. Me hallo bien, gracias al Creador. Don Benito, ¿qué hace en esa raíz tan dura? -Pues, si tengo que hablar la verdad, don Miguel, yo mismo ni sé, respondió con sinceridad. -Y usted, ¿de dónde viene y para dónde se encamina con esa hermosa toalla?
-¿Cómo que de dónde vengo? ¿Es que no sabe usted que soy residente en estos lares, que soy esposo de la mujer más digna de la comarca y padre de una caterva de buenos hijos?
-¡Ah bueno, ah bueno! repitió don Benito, y se levantó de la horqueta de la cañafístula milenaria, para estrechar las manos de su compañero de empresa.
Pasaron unos minutos caminando para el río sin decir una sola palabra... Fue Olivo quien sin analizar quizá, señaló -Don Miguel, es difícil contar lo que le acontece a los solteros... los motivos de estar sentado en esta raíz son sentimentales. Lo que me gustaría contarle es muy largo y muy complicado y pienso que s—lo a personas como usted, puedo referirle... ¿Comprende usted...?
-No... No señor Olivo, no comprendo... hace días que se me hace complicado entenderle... Benito sonrió de veras. Caminaron hasta llegar al paso de Charajima... lugar previsto por don Miguel para bañarse. Se acomodaron en sendas peñas, introdujeron los pies al charco... entonces don Miguel sonrió cuando se enteró de toda la historia del Cañafistol Secular.
Charajima es el nombre de un recodo del río en las proximidades de la vivienda del Ermitaño Manuel Carié, casi en la desembocadura del arroyo Mamey y arroyito Charajima.
-No hombre... don Benito, eso está más fácil que coger esa lisa, que mueve sus aletas en esa chaquetita, está más fácil que salvarse de una picada de esa avispa... Don Benito lo interrumpió, se sentía burlado con las palabras de su amigo... y sintió algo de tristeza... -Qué lástima que se esté burlando encima de mí... -No... Señor Olivo, no me estoy burlando... lo que le he dicho es tan verdadero como comerse un pan de agua... Déjeme que sea yo quien le diga, pero no se me alborote, sólo escuche, sin barullo ni mal querencia.
Esa... a la que usted, don Benito, llama princesa del río, es mi cuñada, es la hermana menor de Matilde; su nombre es Ramona Silverio. Pienso que será la más amorosa de todas las mujeres, después, claro está, de mi Matilde.
Cuando terminaron de bañarse fueron a la casa de don Miguel... allá tomaron café humeante, conocía Matilde.
Matilde, que estaba en las faenas agrícolas, acababa de entrar a la sala y encontró a su marido acompañado bebiendo café que ellos mismos había recolado. -Matilde, dijo Miguel, conoce a don Benito... es el señor de quien te estuve conversando. Ella lo miró y le dijo: -Mucho gusto, soy Matilde Silverio, a sus órdenes. -El gusto... mayor será para mí señora, manifestó don Benito, pareciéndose a los nativos de piel amarilla de la India o de la China.
Tan pronto como se quedaron solos, Miguel Cabrera invitó a Benito Olivo a asistir a la velación de la Virgen de la Altagracia, en la estancia de doña Severiana Silverio.
Matilde iba para la loma a seguir colectando café, pero nunca dejó de creer que ese señor fuera el mismo de las raíces del cañafistol secular... en sus manos llevaba el olor del perfume de su ropa... quería que no se le quitara para que su hermana respirara la presencia del desconocido.
En la mañana del siguiente día Ramona visitó al cuñado para preguntarle quién era el hombre que con él andaba... S’, ese hombre labora en la caldera del ingenio y es mi amigo... pero anda loco, el pobre -dijo don Miguel Cabrera... S’... loco, usted sabe que enamorado de una muchacha de estos lugares.... umjú, los hombres cuando se enamoran pierden la visión. Don Miguel quería observar la reacción de su cuñada y la miraba de soslayo... Notó que tenía cierta preocupación dibujada en las mejillas, ahora tirando de negra a morada.
En el rostro de Ramona se reflejaba la vergüenza, el pudor de mujer casta con sabor a respeto y a dignidad... Don Miguel lo vislumbraba y le dijo: -no puedo asegurar más que lo que he dicho y que se llama Benito Olivo... Muy buena persona. Eso es lo que creo de él... Me siento muy contento contigo cuñada por tenerme confianza... ese hombre anda desesperado buscando a la muchacha que le encendió el pabilo del amor... Estoy seguro, cuñada, que esa mujer eres tú... Ramona, al oír del marido de su hermana y a quien ella respetaba, le dio las espaldas y fingió coger una hoja de cuaderno de encima de la mesa... -¿Cómo es él, cuñado? preguntó. Le explicó y además Miguel dijo que no me queda la menor duda de que esa mujer es Ramona. Cuando terminó de escuchar de labios de Miguel, marchó al jardincito, acarició unas rosas y con los labios el cáliz de una Delia, pero una espina hirió las comisuras; fue al dormitorio y una luz irradió en su entorno espiritual. Las flores son las cosas más maravillosas de todo el universo... ah’ están las espinas, para qué? Para cuidar la delicadeza, lo humilde, lo bueno; para proteger a que el río no llegue al barranco... para evitar habitar los lugares señalados como prohibidos.
Después de algunas reflexiones buscó el libro de autor anónimo y dijo en voz muy callada: el hombre no es dueño del misterio de las cosas, no manda en su alegría, ni en sus penas... Las regula con sus acciones nobles y justas, es como una rosa sin espinas.
Pasaron los días y con los vuelos de las aves llegaron nuevos sucesos, nacieron nuevos proyectos y nuevos propósitos.
Crecen los sueños infantiles y juveniles, vuelan sobre las nubes de colores en las alas de las mariposas libertarias, rompedoras de candados, de altares que un d’a fueron milagreros... Pero a Ramona le preocupaba saber quién era Benito... si era sujeto u objeto de la correa de transmisión en este jardín de flores venales que luego sirven com manjar de ensalada descompuesta.
Lo vio en la horquilla de una mata, sentado en medio del camino, sentado en el santuario del camino. Pero ahora él creía que la hallaría, él iba ganando con amistad del señor Miguel. Estaba seguro que no era necesario seguir adorando al santuario del camino.
En los charcos de la Damahagua, reflexion bastante sobre la mujer de sus sueños, comprendió el poder del matorral y sin esperarlo se llenó de angustia, se sentía triste él mismo sin verse en algún espejo... figuraba los rasgos faciales con hondos surcos de tristeza y de algún dolor espiritual. Comenzó a memorizar los versos de la sonatina. “La princesa está triste... qué tendrá la princesa... Los suspiros se escapan de su boca de fresa... que ha perdido la risa, que ha perdido el color...” don Benito no pudo continuar, lo llamaron y acudió... iba murmurando... “pobrecita la princesa... de los ojos azules.”
Ramona continuaba acariciando las páginas del libro, pero se había llenado también de tristeza como “la princesa de los ojos azules,” estaba nostálgica, sensiblemente angustiada... no ha visto detalles del hombre a quien ama... no conoce los ojos, ni las manos, no lo ha visto... sólo de él tiene sombras débiles en término físico.
Una tarde se sentaron Matilde y Ramona en la sombra del gigante limoncillo de la casa de su madre, era más de las tres, desgranaban maíz y habichuelas... hablaban de sus sueños y de sus esperanzas.
Matilde decía cosas bellas de su marido y de su hijas, de sus hijos... de sus hermanos y de sus hermanas; de la belleza del ambiente del solar... hablaban ambas de algunas dolencias, en tener a sus padres en cama... pero cuando llegaron al tema... matrimonio, Matilde se levantó del asiento... y se puso en actitud de receptora, no dejaba cruzar nada, las pelotas las convertía en rectas... mitad del plato... era una conducta contradictoria porque había momentos que no quería más que conversar del desconocido... y tenía como ahora, pocas veces que no quería... se ponía de mal humor.
-De qué es que me está hablando hermana Matilde? -Te hablo de Benito... te hablo de la vida, de la muerte, de qué otras cosas te voy a hablar. De la gula, de la mentira, de la envidia, en fin, de los pecados capitales. Te hablo de él, de El... de nadie más, de Benito... Ese hombre anda enamorado de veras. Buscó de buena gana la silla y la acodó en el madero para seguir oyendo, con su carácter recio pero relleno de valiosos oropeles, las ideas de su hermana mayor... -Yo tengo todo lo que te faltas y quisiera verte llena de mejores cosas que las que nos acompañan hasta hoy. Eres fuerte, enérgica y virtuosa, pero tienes que darle facilidades a algunas emociones para que los instintos actúen en libertad, sin inhibirse. Somos hermanas pero diferentes, quizá seas de platino y yo de hojalata, quizá seas de ópalo y yo de carbón, pero ambas poseemos los dones de los Silverio y de los Cesaire... Fíjate... tu hasta sola duerme... y así te has acostumbrado teniendo tantos hermanos, hermanas, sobrinas y sobrinos.
Varios días después de que desgranaban las habichuelas y los maíces, en los aleros de la casa de la anciana Madre, despertó muy tarde, recogió algunas cosas y salió ara el río; volvió al dormitorio, recogió— todo lo que le pareciera sucio, lo puso en una petaca y sin mucha apurarse, entró sus hermosas piernas caobinas en las más frescas aguas del universo. En el camino pensaba en Benito, por qué no habrá vuelto donde mi cuñado? En el escenario del lavadero escuchó la sirena del ingenio... Eran las 11 de la mañana... El sol tenía ese d’a los brazos muy calientes y andaba abrazando desde muy temprano a los que hallaba a sus pasos. Ramona se sorprendió cuando halló que su ropa se había secado tan temprano... tan rápido... Los lavaderos estuvieron repletos desde las 9 de la mañana... algunas silenciosas pensaban en sus múltiples problemas de la familia... pero otras como Sobrina, nieta de doña Isabel Medina, entonaba chuines y cuartetas propias para ese tipo de faena... Las que les hacían el coro respondían...porai Maria se vaa... Poray Maria se vaaa... Mi vieja tenía una polla... que ponía en una barranca... Porai Maria se vaa... porai Maria se vaa, dijo el coro... un huevo se derrumbó... Porai Maria se vaa... y tumbó sesenta casas y sesenta platanares... Mi abuela si era curiosa para cría esos animales... Pasaban trabajando en el río pero compartían las emociones de alegrías y de pesares... interactuaban. Eran escasos los chismes en estos tiempos cuando Ramona... Matilde, Maria, Lucia y las otras muchachas de doña Decena Minaya y las hijas de Piggín Medina, estaban en el río.
La brisa del suroeste entraba a la casa de Ramona cargada de aromas y azahares... el crepúsculo había traído rayos de un sol romántico diferente al abrasador del mediodía... Ella recordaba las canciones que cantaron las amigas... pero muy especial... la que decía el amor y el interés se fueron de campo un d’a... más pudo el interés que el amor que le tenía...Ó (Porai Maria se vaaa).
Ramona había subido cansada del río, fue al dormitorio para planchar las ropas y sin comer nada se quedo dormida hasta el otro d’a. Se levanto y fue al jardincito para ver sus flores. Miró el cielo y le pareció que habría un buen d’a... los cúmulos viajaban como recuas en filas indias... después de saludar a sus hermanos y hermanas espero a Matilde, que le dijo que tenía que contarle algo... Pasaron casi dos horas en el cuartito del señor Padre... miraron el viejo Saxo de Bangaño y algunas lagrimas se asomaron en las puertas de los recuerdos.
Ya sabe -dijo Matilde- mañana no diremos a ningunos de nuestros hermanos... El Mao se la lleva toda. Bueno, simplemente es un invitado de Miguel... En la cara de Ramona había luces de felicidad, los ojos de azabache emitían energías muy claras que cortaban la bruma de la duda... era genial esa maniobra de los Cabrera Silverio... Ahora... cantaba la mañanita mejicana... también se le escuchó— ejecutar el merengue al patrón de los y las solteras... Antonio, divino y santo, ruega por los enamorados... porque San Antonio es el rey de los desposados... se le oía cantar al mismo tiempo repetía una estrofa de la divina comedia de Dante Alignierhi...si el verte fuera la vida y el no verte fuera la muerte, prefiero la muerte y verte y no la vida y no verte. Muchas veces los decía doña Cayetana cuando estaba alegre. Luego estuvo una cita con el espejo y comprobó que estaba lista para asistir a la gran convergencia con su devenir.
En la casa de Matilde, los hijos, Tino y Santo, recogían basura del patio. Dejaron como una carta de buenas intenciones todos los alrededores de las cuatro enramadas y limpiaron las pocilgas... No se ve’a una sola pajita en todo el entorno familiar.
En la enramada donde recibirían al señor Benito, no se ve’a ni una mosca, ni mosquitos volando en los alrededores de la jardinera... todo era pulcritud. El escenario se hallaba montado.
En la cocina había tres guineas que don Miguel trajo en la víspera y la tenían sazonadas en jugo de frutas y vinagre de tamarindo... dos bandejas de guandules para moro y una de ensalada verde... El olor del estofado de guinea entraba en los hogares vecinos, los bostezos ocurrían como cuando caen las fichas del juego de dominó... ese olor descomponía el apetito de los vecinos de la casa del señor José Cruz Toribio y de don Nicolás Silverio.
Un mantel blanco vestía las patas de la mesa como testimonio de un hermoso compromiso entre Ramona Silverio Cesaire y el señor Benito Olivo, oriundo de la ciudad de Montecristi.
La llegada de ambos al centro de la sala los confundió. Ella vestida de blanco, con zapatillas negras de charol, con una cinta amarilla al cuello, como si fuera una bufanda. El con pantalones negros, zapatos blancos, camisa crema mangas largas, en la cabeza sombrero de Panamá.... Se miraron, nunca se habrán encontrados cara a cara... Pero al llegar los anfitriones, fueron invitados a pasar al comedor... -Buenos días, don Benito. -Buenos días, don Miguel... Si me lo permiten debo recordarles -señaló Ramona -que es de tarde. Ah s’ -dijo don Miguel, y Benito la miró y le brindó un ademán oriental, pero con su cara reluciente de goces y de armonía plácida.
Don Miguel dijo a seguidas... tenga usted, señor Olivo, el placer de conocer a mi cuñada... de quien le he hablado más de una vez... Don Benito con la alegría dibujada hasta en las manos, las colocó en su pecho y se inclinó para decir -Mucho y grande es el placer que siento al conocerla, señoriíta.
-Mucho gusto, dijo Ramona, y se inclinó mostrando la blancura de su dentadura. El gusto que sentía era enorme, pero no debía demostrarlo... era la primera ocasión que lo ve’a, aunque hacía más de un año que venía deseando estar como hoy, cerca de él... y el olor a rosa que brotaba de aquel hombre cubría todo su ser de mujer rural. Quería escuchar su voz, sentir la energía de su piel, conocer el color de sus ojos para grabarlos en su memoria, como un bien honorable... como un manjar que desee degustar cuando lo apeteciera... en las ausencias. Necesitaba de esa fantasía como un nutriente real para el crecimiento... Ramona lo observaba con minuciosidad y lo creyó tímido, con miradas apacibles, serenas como una laguna de montaña.
-Señor Benito, -sorprendió ella con la siguiente pregunta -¿y de donde es usted? ¿Por qué dura tantas horas sentado en esa raíz en medio del camino?
-Perdone usted señorita, si en algo la he ofendido, -dijo en tono irónico. Mi pueblo de nacimiento es Guayubín, de ah’ se puede decir que soy; laboro en el ingenio Amistad, me siento en esa raíz... le puedo decir que no sabía porque era que lo hacía, pero ahora s’ sé... era el aura suya, su energía espiritual que me llamaba a quedarme en la majestad de ese gran individuo vegetal... OH, cuánto debo a la madre naturaleza por ponerme esa gran mecedora donde por vez primera observé la feliz imagen suya, la que bauticé como princesa del río.
-El solo hecho de estar sentado (un desconocido) en la raíz de un viejo y abandonado árbol era indicio para que los observadores ineptos lo creyeran que se ocultaba de algo o de alguien...
-No amiga, sólo los delincuentes corren por sus hechos delante de las sombras y por esas los encuentran. Soy, como dijo mi padre, hombre por dentro y por fuera, perdone usted, si mis palabras la hieren...
-Señor Benito... no sabe usted cuánto me agrada escuchar sus expresiones cargadas de energías positivas y de una gran dosis de valentía. Me agradan las personas capaces de defender con vehemencia sus juicios y criterios... En esos mismos instantes llegaba doña Matilde, acompañada de su hija Angelita, quien trajo un jarro de porcelana conteniendo agua casi congelada, que colocaron en el centro de la mesa. Ramona solicitó permiso para ausentarse y fue en procura de ayudar a su hermana a servir la mesa. Benito y Miguel salieron y se sentaron en los aleros de la vivienda del viejo Fermín, la brisa era muy fresca.
Sentados los comensales, aunque en el campo, bajo las sombras de los grayumos y de las de los mangos vizcaínos, degustaban un buen vino como apetitoso y suculento estofado de guineas y palomas. Benito y Ramona gobernaban los extremos de la mesa y los centros eran compartidos por don Miguel y su esposa doña Matilde.
Los platos... las soperas resistían el jugoso menú de piernas de guineas y alas de palomas ahogadas en sazones y salsa de mostaza, de vinagrillo, de guineos maduros y rojiza bija puertoplateña. El sabor era impresionante, el sabor del manjar de aquel menú de la cocina de Tatania.. a 25 kilómetros de la novia de los restaurantes de Playa Dorada y una red de hoteles del Atlántico.
Don Benito manifestó agradecimiento a los esposos por el escenario que prepararon para el encuentro con la mujer que por su desconocimiento, lo estaba ahogando en los senderos de su trabajo, en los recodos de su soledad, en los intrincados laberintos de su tristeza.
-Reciba este menú -dijo Miguel, como un gesto de buena vecindad ofreciéndole la entrada a esta que desde este mismo momento, es su casa... recíbalo como un gesto de gratitud por todo lo que me ha enseñado en el campo laboral.
Don Benito satisfecho de escuchar palabras de elogios delante de la mujer que admiraba y amaba, respiraba hondo y sensualmente... Después de haber hecho la oración para la bendición de los alimentos... se sirvieron de la ensalada de arenque y cebolla y ajo... Ramona sirvió en el plato de Benito un poco de moro de habas verdes, de guandules... mas, sin estar nadie esperando más discursos, Benito Olivo dijo: -Si mis palabras vulneran la nobleza y gentileza que han tenido conmigo, señores no me excusen, no me perdonen, pero antes de continuar ingiriendo un pedazo Más de alimento de esta bendita mesa... de corazón les pido permiso para visitar a la señorita Ramona, su hermana y cuñada, de quien lejos no podré estar. La señorita Silverio Cesaire sintió miedo y se sirvió otra ala, otro muslo de guinea, experimentó temor y con él, el apetito se le crecía. Pero para desviar un poco la atención de su plato, puso al de Benito uno de paloma y otro más de gallina criolla...
Estaba oscureciendo, los calcalíes, en las mallas ratoneras, iniciaban el festival sabatino de prima noche, pero en la cocina las hermanas daban riendas al por mayor por la solicitud de manos hecha por Olivo en el comedor. Ramona se ofreció para realizar el brindis de café humeante y muy aromático. Yo soy -dijo don Miguel presumiendo de padre anciano -de poco conversar con estilo y parsimonia, sin embargo, aprovecho las circunstancias para decir la verdad. No voy a consultar las partes y puedo asegurar que puede venir cuantas veces la prudencia hable... y la aceptación de mi cuñada que es como mi hija...
Los primos, tíos, hermanos y hermanas de Ramona no sabían de qué se trataba... El Mao (que de todo sabía) también lo ignoraba.
Luego de ver que Benito entraba y sal’a de la casa de don Miguel, comprendieron que tenía amores con su hermana. Pero el aire que irradiaba Olivo era de agrado para los habitantes de Tatania y lo recibieron como a uno de ellos... jugaban dominó, compartían en los eventos de la vecindad... y como sembró cariño, estaba recogiendo amores. El siglo 20 emerge en Tatania, como un enorme vegetal, cargado de racimos de frutas desconocidas. Para muchos era tierra de mujeres y de hombres fuera del ordenamiento común, fuera del montón de los vuelos rasantes. También de los encumbrados que aman la honradez. De ese jardín de virtuosidad nació el general Luperón, respirando los mismos aires que secaron los pañales del presidente Heureaux. Los cántaros de la cosecha del hijo de Antonci -batey cañero-, cerca de Yamasá... de Meriño a Espaillat... esas mismas huertas alumbraron entre arañazos y ladridos y zarzales hediondos de tiranos y promiscuidad, vaho y podredumbre en barrios y yucales infectados con los muertos del tirano y de las necesidades del siglo y del imperio. No pudo borrar las huellas de Santana, los alaridos de Buenaventura Báez, que aún retumban en los vientres de las generaciones del siglo 22 y 23 y quizá si el río del pueblo hace otra crecida y se une a las afluentes municipales... esas viejas huellas perdurarían con las sendas de los siglos de los siglos... y esa negra cosecha de diabólicos bramidos no la separarían con las luces de la democracia de los blancos, hasta que no se produzcan esos enlaces de fraternidad que como Maria y Efraín, como Manœn, Lescaux y Des Grieux, Ramona y Benito en Tatania abrirán el puerto donde esta anclada la barcarola que los conducirá en sus descendencias a surcar otros muelles buscando nuevos horizontes.
Los primeros albores del siglo 20, las primeras cantadas, los primeros gritos infantiles, las primeras lágrimas fueron de dolores por las asqueantes pisadas de las botas invasoras en el 1905; en el 1907 en tierra de Toussaint y de Núñez de Cáceres... Los labios vampirinos, estampa de la época, en coloniales sendas y cunetas de morcilla capitalista, dejan de par en par las puertas de diablos y de diabluras, fingiendo días de luces y de argucias, apresto y cambio de pizarra donde escribir con la humana palabra, los fenómenos sociales con señas y lenguajes.. Con embrujos, sueños y esperanzas. Utopías y planes, ahora hoy por hoy, aquí’, allá, ampollas, embarazos: simples partos múltiples, piedra de amolar, esterillas, gurrupéelas, aparejos, árganas, rastrillos, cementerio en el mismo alero del jardín, dentaduras rotas, mosaicos tintos en rojo... manos sin uñas y sin dedos... Lápices sin puntas, cuadernos sin grafías...
Después de darle autorización a Benito para moverse entre Tatiana, Aromania, Guanabanía y los otros entornos de la ecología donde había crecido la madre y el padre de la que en unos días seria la madre de sus hijos, hizo estas anteriores reflexiones de los días de su infantil existencia... Estaba agotado y no salió ni al río esa tarde... la mente de don Benito sólo podía reclutar imágenes de lo que le pasó a la llegada de los invasores y escuchaba frases como -¡Atención soldado de cartón! de hilos y metralletas para la muerte, a veces llegaba la imagen de la carreta de Miguel Cabrera, quitándole el yugo a los bueyes... que se caían por la ceguera... pero levanto rápidamente la cabeza de la cama donde usaba los brazos como almohadones... creyó— que habían dicho que Mambrú había llegado a Tatania... que lo trajeron de la guerra en una funda plástica... pero volvió— al camastro. ¿De dónde será Mambrú?... ese, el que trajeron en una funda negra... ¡Tendrá o no tendrá hijos y mamá...? ¡Se habría ido a la guerra... lo obligaron a ir... Uuuuuf, qué me dices...?
Lo que no sabía Benito, era que Ramona conocía al soldado Mambrú... que no era de hojalata... que tenía más que todos los combatientes de la muerte, 333 huesos... que era muy diferente. Lo que nunca supo Olivo es que el mismo día del compromiso con Ramona, habían matado el ’dolo de los ni–os y jamás han vuelto a dormir... se ha muerto la felicidad que le quedaba, ya no hay con quien reír... sólo se escucha ¡ay, que dolor... ay que dolor, que pena, no... Ya no volverá... Y Ramona y Benito soñaron el mismo sueño, estuvieron en el mismo cementerio enterrando los ni–os que habían muertos por la muerte de Mambrú.
Ramona había nacido en esos días de dolor y travesura imperialista, al comp‡s del vuelo de ciguas y rebuzno de asno en celos y mullidos de Mauricio y cantaletas y vuelos de palomas. Dando la naturaleza de un toque de finura en su RPFESO crecimiento en altares de quimeras, en pencas de palmeras, en tardes de verdes gramales... saboreando el almuerzo de esos tiempos, encima de frescas esterillas fabricadas por el guerrero Fermín Silverio.
Siglo 20 padre de tiranos y tiranía; de pueblo honrado de héroes, de sangre de tiranos... por ese siglo de comedias trágicas, de escenarios de velorios... de encierro de almas vivas... de invasiones... 1916-1924, 1939, 19/5, 1965... Escenarios de piernas rotas, de cuerpos de negros enterrando un doliente por una bala política, por una bala usurera, por una traicionera.
Un día en la casa de Martina, su hermana, Benito dijo -déjalo que llore de alegría, mucho ha llorado de tristeza y de dolor... Pero tú no sabes que no es de alegría que este llorando, ha muerto el presidente Mon y estamos en duelo...
-¡Dónde harán los funerales? -preguntó a su hermana, que era adepta al difunto...
-En cada hogar habrá dolor por mucho tiempo, manifestó Martina...
-Me gustaría enviarle dos coronas, dijo Benito -una de huesos y otra de carne de reses.
Martina adoraba a su hermano Benito, pero conocía la militancia de éste desde cuando los soldados americanos de ocupación lo golpearon en la espalda y la cabeza siendo un niño todavía... por negarse a cooperar de guía en las cercanías de la Barranquita. Por esa razón... ella sabía que su hermano era una mina al explotar, lo dejaba decir... y por el gran amor que le tenía, no dijo nada cuando se sintió herida, por las coronas de huesos que su hermano había esgrimido como una espada. Martina sabía también que sus padres perdieron su único tesoro con esa orden anti-natura... recuerda la docena de chivas que ordeñaban las dos viejas burras aguateras, y los dos potrillos de ella y de su hermano Benito... Eso la puso de mal humor y llamó a los gemelos, a los que le había ordenado llorar, que rieran como decía el tío Benito... Se levantó de la mesa donde cortaba la ropita de las fiestas patronales de Guayubín, su pueblo... para el bautismo de los Mellizos... y llamó -Octavio -dijo ella -llama a Octaviano y dile que pueden seguir riéndose... por la muerte del presidente.
Octavio y Octaviano son dos gemelos de 7 años y 7 meses que nacieron el día 7 del mes 7; por haber nacido con esos detalles en Guayubín los conocían como par de siete. Eran muy risueños, rieron desde las siete cuando llegó su tío Benito, teniendo sobre los ojos las alas del sombrero de cana verde... y a ellos les pareció ridículo... Martina tuvo que intervenir porque si los dejaba terminaban llorando de tanto reír.
-Octavio -dijo Octaviano, vamos donde tío para saber si el sombrero de cana verde se usa cuando matan al presidente.
Martina, me voy -recuerda que me caso en el invierno. Benito dejó que los muchachos lo llevaran hasta el parquecito desde donde se devolvieron a reír por la muerte del Presidente Ramón Cáceres... a quien Benito le atribuía su gran marcha... mandar matar aunque fuera reses, es mandar a matar.
En el trayecto Guayubín-Navarrete, Benito pensaba en la forma de vivir de los familiares de Ramona... no importa que se presten las herramientas... pero el que sólo ve trabajar... que compre con su esfuerzo. Pensó— en los primeros años que van del 1900... y dejó las lucubraciones y se concentró en el paisaje: bandadas de garzas reales, de rolones con plumajes azulados y picos cortos, la hilera de equeje de piñón cubano, unas cuantas mujeres sembrando arroz en la regola. Con la imaginación veía reir a carcajadas a sus sobrinos y, a los de Ramona alimentar como Nodriza a las cerdas papacotas debajo de la mata de mangos vizcaínos. Tirarles granos a las gallinas y patos. No había humedad, la pocilga no hedía, Ramona tenía tres cerdas paridoras, los vecinos nunca se quejaban.
En el cumpleaños de Ramona, Benito vestía camisa negra mangas cortas, zapatos del mismo color. Estaba tan pulcro que los amigos no se acercaban para no ajar su ajuar. El en lo particular era ceremonioso. Veía de soslayo el vestido que convertía a Ramona en una jovial mariposa de jardín de verano... Era una falda de flores pintadas en blanco, rojo, verde y amarillo... y una blusa color orquídea cargada de rigor para hacer el equilibrio.
En el mediodía sirvieron un delectoso, delicioso sancocho de sólo tres carnes... estuvo el ambiente tan de colores que parientes e invitados desearon que en Tatania alguien cumpliera año todos los meses.
La bebida, el coctel de frutas, se había terminado, don Miguel buscó en sus cosas viejas y trajo tres botellas de alcohol casero... fabricado por él, al que llamaba Cerveza Don Miguel; la primera produjo tal explosión que El Mao, hermano de Ramona, picó un brinco del triple de su tamaño; era el más motivado de todos los concurrentes, Matilde le sirvió un vaso y se lo llevó a la silla donde se había sentado al lado de su cuñado Benito Olivo.
Según las opiniones de expertos catadores de bebidas caseras, era el mejor vino que habían bebido en toda la historia de su vida rural. Era maíz blanco, Matilde lo llamó Whisky Don Miguel... Al llegar los rayos de una luna tierna y primorosa los concurrentes ebrios de Whisky Don Miguel desearon todo tipo de felicitaciones a los hijos de don Fermín y doña Cayetana Cesaire... y de la bendición a los que habían traído a don Miguel y a don Benito a esta tierra de humildes trabajadores. Según uno de los ex enamorados de Matilde, Benito había llevado la felicidad a Ferminilandia.
Una tarde de tiempo muerto, Miguel había llegado de la propiedad de su mujer y hacía mucho calor. Fue directamente a la tinaja, que conservaba muy fresca el agua, y se tomó varios jarros que tuvo que sentarse de inmediato. En la sala de la vivienda estaba Doroteo Lango, hijo de Simona Medina. Fue para enterarse de la presencia de ese individuo en su hogar a esa hora... -Buena tarde don Miguel, dijo sin esperar que el dueño de la casa saludare.
-Buena tarde don Teo, dijo, ¿qué se le ofrece?, preguntó molesto el señor Cabrera.
-Tengo bastante rato en espera de su llegada, para que me preste usted una pala y una coa, dijo Teo.
-Ah, Matilde -dijo el esposo, -préstale la coa, pero no le preste la pala, porque hace más de tres meses que le presté una de corte y aún no se acuerda que debe devolvérnosla. As’ es mujer que hay que tratar a estos sabichosos. Ja, ja, ja, ja... rió un buen rato viendo que don Doroteo llevaba la verguenza en las verijas. Matilde quería que Doroteo se marchara, sabía que a su marido le caía tan pesado como una piedra de camino. Además los vecinos lo conocían como un picaflor mujeriego peligroso.
Don Miguel estaba muy alegre con los aumentos que se habían producido en el tiro de la caña, de 8 centavos que pagaban por tonelada, ahora pagaban 23 centavos. El café como el cacao también había tenido algún aumento; mientras peinaba a su mujer que estaba con la cabeza en sus piernas y el resto del cuerpo en dos sillas, pensaba en el regalo que le harían a don Benito y a su cuñada Ramona el d’a del matrimonio. Le habló por más de tres veces y al darse cuenta de que dormía, encendió la pipa y siguió pensando.
Pasaron los años y las intrigas continuaron, las malquerencias iban a las factorías, a los troncos de los cañaverales a los hogares, a los almacenes y hasta los muelles, iglesias... Los obreros como alcahuetes soportando la carreta de dolencias que provocan partos a destiempo en las casa de obreros y obreras.
Don Fermín era de líneas jimenistas, consideraba a los horacistas como venales, ambiciosos y fulleros... criaba gallos de colas largas... los gallos de colas cortas eran cucaracheros, bohemios corredores y hasta malversadores.. Como sus amos consumidores del vino del almacen del Estado... Antes de morir dejó a sus hijos la idea de Liberación, la de Honestidad y la de Honradez. Don Fermín odiaba los mangos bajitos.
En la sangre, Ramona llevaba los sueños de su padre y la esperanza de la madre de Benito; pensaba en un hombre cabal, honrado... sus pesadillas había llegado al final. Ni ella ni él tuvieron que apartarse de las energías familiares... su vida era un río cristalino frugal transparente... de corriente sosegada.
El matrimonio de Benito y de Ramona se efectuó en la más delicada y honrosa ceremonia. Hubo canciones, alegría, algarabía al por mayor y al detalle. La comida y la bebida casera... de todos los lugares: había representación. La naturaleza hizo el mejor regalo a los contrayentes, el d’a... más que esplendoroso era maravilla fantástica.

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