lunes, 17 de mayo de 2010

imagen para el capitulo dos de los Primos


Capitulo dos
Todas las gentes estaba dentro, había más a fuera que en el interior de la iglesia, no existía referencia para relacionar, que no fuera con el entierro de Candito Silverio, el de don Felicito y el de Martina Silverio o el de Evaro y el de doña Higinia, la esposa del señor Felicito Henríquez. La diferencia estaba en los aguaceros caídos anoche, en la crecida de agua limpia del río, y en la llegada de esos 665 extraños que dicen ser sus sobrinos. En la misa dijeron que la difunta Hermes tenía 23 hermanos, 16 eran varones dijeron que el hermanos y hermanas que menos, tenía 21 nietos y al multiplicar 21 por 23 de más está decir que son menos de la cantidad de primos que dicen ser sus sobrinos.
En la casa un grupo preparaba café y jugos para los que no soportaban el aura del fanatismo escozor místico, allí estaban, y para aquellos entregaban un refresco de jugo natural, con pan de maíz comprado en la panadería de Yuyo, hija de Lorenzo Silverio, primo hermano del esposo de Hermes. Muerto, en un accidente de automóvil a la entrada del pueblo.
Había dejado de tronar, el sol salió y el cuerpo de Doña Hermes fue enterrado bajo las lágrimas, de sus hijos de sus vecinos y de los presuntos sobrinos.
Los llamados bocaeros, que son una agrupación de sanguijuelas estaban en cónclave de vampiros, de buitres buscando las carroñas, No son todos claro está. La mayor parte de esa logia propia de finales del pasado siglo xx que desean que la gente del vecindario muriera, que muriera la gente para ir a limpiarse la boca con la propia falda del difunto.
Era domingo 20 de abril, primer día de la ida de Hermes, los primos andaban soñolientos, en la misa estuvieron 665, vestidos de negro y blanco, pero ya para el regreso a la casa, que fuera en vida su modesto palacio; una sola cara, de estos primos, no se le veía, en los aleros de ranchos ni en galerías de enramadas. Vimos a la gente marcharse a su habitad, extrañamos la presencia de las hermanas y de uno o dos hermanos de su madre, que viviendo en el exterior del país por teléfonos se pusieron, una gran mayoría, presentes y extendían… sus condolidas expresiones. Por mi interior llegaron las de Franchesco Torres y las de Josefinia y la de Salomildo Torres. Y de inmediato hice saber a los demás hijos, de nuestra madre Hermes.
No supimos cuándo, se fueron, los sobrinos de la difunta. Tampoco para dónde. Nadie vio los vehículos que en la opinión de todos, los parientes de doña Hermes, eran fantasmas, Ilusiones de humos pardos anaranjados, con maquillajes morados. De los 665 vestidos de negros y blancos que le amaneciera en los bancos de la iglesia de la comunidad sólo 26 eran mujeres, todas doncellas con caras de abuelas. Hacían musarañas de hadas madrinas, con dejos de tener estribos en las escobas, era lo que habían dejado en la percepción de un público arrogante como era el de la feligresía de la Iglesia San Antonio de Bajabonico de las Garzas.
-¿Quienes eran esas mujeres vestidas de Negro con blancos cinturones y de cuellos blancos?
-No supimos- respondió una de las nietas de doña Hermes.
-A nosotros nos parecieron que eran de los familiares de mamá de allá en Jicomé de la esperanza.
-¿Y dónde queda esa región Jasmely?
-Si no estoy perdida está en la zona de Valverde, cerca de Maizal.
-Hubo quien aseguraba que esas mujeres andaban con el grupo que se hizo llamar Los Primos, de las mismas líneas. A pesar que luego se rumoreó que los Primos vinieron hasta del exterior. Y se colaba que nadie lo había llamado, cuentan que un tal Miguelucho, residente en San Francisco de Macorís, fue el que hizo en media hora 716 llamadas convocándoles.
-Yo no creo eso, es una mentira mal elaborada, porque Miguelucho estuvo en línea telefónica conmigo y él no sabía que tía, había fallecido- manifestó Mila Ventura Arias. Mila acostumbraba cambiar los tonos, en la conversación, había momento que jugaba a la ronca piadosa, especialmente si ella creía que sabían que acababa de hablar con alguien desde el exterior. A pesar que estamos en duelo de dos días de haber sepultado a la Matrona, de los Arias en Bajabonico, hubimos de reírnos, cuando, uno de los biznietos de doña Hermes, encontró en una lata de leche nido 26 carnes envueltas en fundas plásticas y al lado cinco botellas de aceite de maní, enterrada tapada con una esterilla vieja. Todo estaba intacto, pareció que a la persona que en estrategia guardó el hurto, se le escaparon las tácticas.
En la casa de Víctor, segundo hijo de los cinco vivientes, se fueron aglomerando parientes de su padre, por líneas de los Silverio, entre ellos estuvieron Benita, Virgilio, Juana y José Ramón de apodo Dingo, y la esposa de este maestro. Ellos hicieron notar que era injusto creer lo que se les atribuía a las mujeres que andaban con los Primos. Mientras tanto hablaban unos, de las grandezas espirituales de don Evaro, esposo de la señora Hermes, otros leían en las primeras páginas del primer capítulo de “La Ventana de los lagartos” que habla de los entornos cañeros y de las aguas, de aquellos tiempos, del río Bajabonico. La gente por donde menos se movía era por donde el autor de la Ventana de los Lagartos, porque lo rechazan unos por no conocerlo y los que conociéndole aprecian al individuo que el no puede encarnar. Arias rechaza a los camaleones y a los tránsfugas, a los hipócritas y a los falsos que levantan pesas de calumnias para sacar ventajas aunque cuando dejen caer las pesas por ellos levantadas corten el pie derecho o el hombro zurdo de sus padres. Por eso a El, lo rechazan y hacen vacías conjeturas, porque como ni bebe tragos, ni masticas tabacos, ni lo fuma ya… sin embargo, a pesar de los murmullos que hacían, de los comentarios de los libros de Arias, llegaban a la casa, el intercambio que sostenía Mila Ventura, en los aleros de la enramada y del tordo de la pérgola, que improvisaron, para pasar el agua en la noche que doña Hermes subiera a la corcova del ganso… en su primer viaje oficial hacia la colina.
En la cocina un grupo de hijas de María, de los años 1956, vestidas de blanco hacían el ave María de Franz Schubert, compuesta aproximadamente en 1825 cuando él tenía veintiocho años.
Por las voces litúrgicas, las lágrimas de tía Liberta, esposa de Tío Julio Medina, cuñado de la difunta Hermes, humedecieron con la solemnidad de la circunstancia, los labios del Cura Esteban Samuel, que rezaba. Quien había recibido de Teresina la autorización de celebrar la misa tradicional con sensaciones africanas, pero ella quería y así se lo había hecho saber a todos sus hermanos, que no quería arrodillados, sino sentados, y en caso de pararse que lo hicieran a los términos de la circunstancias. Había dicho Teresina que podían cantar salves con aires mandingas, guiros y tambores, cuerdas pero podían emplear la flauta y el saxo hecho con bangaña.
Las hijas de María cantaban a “Nocturne No 9 in B Op.32 No 1” una canción de Chopin. En las paredes de las colinas entraban las notas quejumbrosas de voces errantes entre rosales y lirios de lamentos, como ritmos de un piano tartamudo, entre mejillas de una tarde de ciegas miradas, simulando pétalos irreales, entre huellas de un crepuscular verano insulario.
Para el sueño Teresina recibía largas imágenes de uno de los primos fabricante de tormentos y escobones de rencillas que discutía con uno de la vecindad porque inauguraba la fábrica de soñar placeres, esa querella entre el vecino y los Primos a Teresina la sacaba de sus controles. No entendía las razones de las pobres fantasías del vecino, se sentía humillada, abofeteada… despertó sabiendo que sólo era un sueño. No lo manifestó a nadie quiso emprender un viaje en búsquedas de juicios razonables para obtener alguna explicación y los dejó como el que siente vergüenza, como el que cierra un rastrillo en el quinto piso del palacio de belleza.
Rosalgia, se hace dueña de la situación, de los quehaceres familiares, luego de la ida de las hijas de María. Rosalgia se inviste de la responsabilidad, evitando que los Primos, sean humillados entre sí, en medio del cortijo de lo de sus padres. Por lo menos, es eso lo que asimiló las gentes. Rosalgia permanece frente al teatro culinario encontrándose con sentimientos que en muchos días dormían, pero teme que algunos de los primos se apoderaran de las cosas de mayor valor. Fue entonces que Rosalgia buscó refugio en las faldas de los retortijos de los abuelos, tutelando, protegiendo de las sombras de los espíritus del mal y de la sombras.

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