sábado, 30 de enero de 2010

mi abuelo es un cimarrón Novela del Prof. Victor Arias





Foto de Evaristo Cruz, hijo de Juan de la Paz personaje real de "Mi Abuelo e un Cimarón"






******
De regreso a la casa de mis padres, luego de entregar al Lince a Francisco, en casa de Papá abuelo Juanico, encontré que don Felipe Arias y a la señora Josefa Hernández, padres de Isaías quien les acompañaba, conversaban con los míos. Saludé y ellos a mí. No hallaba en cual de las sillas sentarme, no porque estuviera nervioso, sino porque era algo de improviso. Preguntaron algunas cosas a papá Gregorio que no le puse caso, creo que fue por mi madre Dominga que preguntaron. Tampoco supe la respuesta que le dio el viejo. Después estuvimos en el río, nos bañamos y luego de que comimos me di cuenta que Isaías estaba en sus sanos juicios, también me pareció que nacía una hermosa amistad entre los Arias Hernández y los Silverio Medina. Los primeros de la línea noroeste y los segundos de costa del Atlántico.
Isaías no estaba poseído por aquella energía endemoniada, que cogió cuando conoció el hombre de la cara de caballo y el encendedor con la cara de gato diabólico. Fue luego de media hora de conversación acerca del tema, cuando recordé que sacrificamos la perra de nombre cucharola, le sacamos las bilis y en su lugar colocamos el encendedor que le había regalado el señor que tenía cara de caballo, eso es parte de lo que hice para arrancarle ese maldito maleficio. Esperé trece días que la hiel de la perra estuviera bien molida después de la disecación. La mezclé con el azúcar y se la hice beber en un te de campanilla permaneciendo 2 días durmiendo con las noches. – Pero ahora sucede don Juan- me dijo- que cuando veo un perro me saltan los testículos, y me da deseo de orinar.
-¿Cómo?
-Así como lo oye.
-Esa cucharola, comía en mis manos, y me lamía los pies. Nos reímos porque lo tomé como un chiste malicioso. Así fue como comenzó. Cuando yo orinaba cerca suyo ella subía un pie en mi pantalón como hacen los machos. Papá Felipe decía que ese animal era cuadrado.
Mientras yo recordaba aquellas cosas de la casa, donde Isaías criaba las aves, mi papá hablaba con el señor Felipe y doña Josefa, mujer de piel blanca con los cabellos negros cola de la prieta… de los descendientes de los funcionarios franceses y españoles dueños de las enorme plantaciones de jengibre y de caña para el molino de azúcar… yo soy creo, que bisnieta- dijo la señora- mamá de Isaías, de uno de esos burgueses esclavista, los llamaban grandes blancos. Noté que presentaba, cara de desden, y disgusto.
Nosotros somos mulatos, descendientes de los llamados pequeños blancos,- expresó don Felipe, nunca tuvieron fundos donde sembrar, eran trabajadores algo así como esclavos consentidos, ¡Huh, uh! los hallaban gentes de conflictos, los consideraban individuos, personas despreciables e indeseables… algunos llegaron a poseer fortunas por eso lo envidiaban, entonces. Mi padre hablaba poco cuando no tenía mucho tiempo en trato con la gente. Nuestros viejos fueron asesinados en las fábricas de aceite de higueretas, lo picotearon y hechos chicharrones en una paila de alquitrán. No estuvimos ligados a la familia francesa… somos el 100 % gente de sangre negra, llevamos en ella el baile y el coraje de los mandingas fuimos esclavos hasta que nos alzamos llegamos a ser 20 por 1, nuestras etnias eran diferentes y eso se notaba en el leguaje y las costumbres religiosas, de comer y de vestir. Por eso algunos nace el creóle, caso de los haitianos, mezcolanza… que ayudó a evitar muchas cosas como enfermedades cosechadas para eliminar a los envejecientes, provocaban las muertes tempranas para evitar el crecimiento de las poblaciones negras, además- dijo el viejo- continuaba el tráfico de compra y venta de dignidad.
Permanecieron conversando toda la tarde ese día, mientras Isaías y yo nos fuimos para la fiesta, de San Francisco, en la casa del señor Juan Peña, a 3 kilómetros de distancia, al este de la casa de la nuestra. Por unos segundos pensaba que la molestia que vi en los ojos colorados del abuelo era por la presencia de Heriberto, al abuelo no le agradaba tener trifurca con vecino y muchos menos con parientes. Es muy probable que a esta hora esté haciendo nuditos en el bigote pero calculando para decirle - Oye Heriberto estoy molesto con tu hermano Tomás, porque el comportamiento de ese muchacho en las últimas semanas, no se ajustan al de la raza nuestra. Somos respetuosos de los derechos individuales de cada persona, está lejos de nuestra etnia violentar las voluntades ajenas… y Tomasito anda, detrás de Severiana, mi nieta, como un perrito alocado. Cuentan que la ha acostado entre las eneas de la Caoba y la bajada de los Cenas. No era que al viejo no se le interrumpía su conversación, sino que Gibo, como les decíamos los que respetábamos a Heriberto, sabía que el tema que estaba desgranándole papá Juanico era muy caliente, y podía salir quemado mucha gente. Sin embargo más que deseo era necesario buscar la manera de cambiar esa conversación. Pero qué hacía si no esperar…? Yo lo noto nervioso, le debió decir papá, eso me parece. Permanecía segundo, con los ojos filos en la cara como el que miraba la grieta de la cerradura del alma del que lo escuchaba. A poco si estaba sentado o encendía el cachimbo o lo apagaba… dependía de la circunstancia. En la de estar parado se movía como un soldado desesperado, de un lado para otro. Pues en siendo que la muchacha vaya para el río allí aparece el manquito Tomás. Esa muchacha es hija de Juancito, tú lo sabes, lo han visto en los alrededores del tamarindo de Sixta Núñez. Dile Gibo, que evite encontrarse con Francisco, con Llivo o con el propio Gregorio, han dicho, delante de mí, que donde lo encuentre la balsa ahí mismo le pegaran candela. Y tú conoces los hijos míos. No somos hermanos, pero si ramas del mismo tronco y Cándida tu mamá sabe que esa muchacha tiene quien la quiera y la defienda… que si es verdad que está enamorado de ella, que vaya por la puerta de en frente que las otras son para los ladrones. ¡Pero Bueno, Gibo, tu no tienes hambre? Porque yo si tengo y bastante. Ven, acércate a la mesa, para que comamos de esta supia de rabo de buey, hecha con manos mandingas. ¡Dime Gilberto, qué es lo que le ocurre a Julián, tu otro hermano? Cuentan que ahora es una mula, Ju, Ju, je. Rió a garganta profunda, se ha convertido en nagual. Heriberto estaba atrabancado, con uno de los huesitos intermedio del tronco del rabo del toro que mataron donde Felicitas, mi tía, el día del bautismo en Puerto Plata. Por eso no respondía, a las pregunta de mi abuelo, por demás el caldo de la supia, era muy espeso y si lo usaba como suavizante, le podía producir un añusgo, por eso salió a orinar que era la manera suya de quitarse el hipo de supia. Es una montura, dicen que es su lomo recibe a los siete evangelios pero que los rechazas por demonios…. en cualquiera de las circunstancia me gustaría saber si es cierto, que como una esterilla, se encalacó el negro Mackendal.
-Si señor primo, esa noche…, la casa dejó oír hasta las tripas de su bisabuela, las vigas como tobillos temblando… parecía que había entrado el terremoto, y comenzó a resoplar como un cerdo dejaba caer espumas que más que todo, parecía lavaza. Eso sí primo hermano, que cuando dijo- Mi abuelo, como mi Padre, y yo, es un cimarrón” la casa se sacudió como esos animales que se dieron un baño de tibio polvo, en las arenas. Hábleme usted, de Mackendal. ¡Qué te puedo decir que no sepas muchacho, pero para que no lo olvide Mackendal es africano, vendido como esclavo… después de perder un brazo en un ingenio se convirtió cimarrón haitiano. Creo que aquello ocurre, en medio de revoluciones y luchas PRE napoleónicas en Europa. Por los 1751 y 1758, no estoy precisándote. Pero para que lo cuente más para adelante a partir de la pérdida de su brazo hasta el hombro, se alzó y se convirtió en una máquina mortal, en contra de los jerarcas que oprimían en todo los pueblos donde había mandingas o de otras etnias africanas. Quemaba todas las plantaciones que a su paso hallase, arengaba a los suyos a sublevarse, y a utilizar el veneno como un arma para dar muerte a los blancos. Luego de ser capturado, torturado y ejecutado, sus tácticas y su coraje como su influjo fueron “un jacho” de luz en los hechos del devenir.
Dígame primo Juanico, qué hay de cierto en eso de los galipotes… ¡Jeh! no muchacho, de ti dicen que eres un galipote, pero ¿quién lo dice? ¡Ah, los dicen tus enemigos más débiles! Muchos han dicho que es un fenómeno que convierte a las personas en cosas y a las cosas en personas. Ya te dije eso es un pequeño disparaste. Adquieren poderes extraños como salirse de una prisión sin que los custodios los vean, tomando formas de lo que a ese pendejo le parezca. De mi abuelo Manuel decían que se convertía en sombra que no la penetraban los objetos cortantes, ni las balas, ni nada. Esas son leyendas de caminos y de velaciones. Es mucho lo que se ha contado de los Zánganos… asustan a los bobos, caminan con largas zancadas. Pero hay que saber que el hombre habla muchas tonterías para gobernar al hombre. Por ejemplo individuos que tienen poca instrucción escolar han progresado económicamente, y otros muy instruidos son unos arrancados y el pueblo les llama pelagatos… a qué se debe eso, pregunto yo. De ti hablan cosas que tú ni las sabe, ni siquiera las ha soñado, dicen que amarra el agua, Ju, Ju, ji, jiji. Que la puede distribuir como si fuera la naturaleza. Qué rompes los nublazones, qué la espanta cuando las habichuelas están floreciendo, o cuando el café y el tabaco comienzan su menstruación. ¿Tú habías oído cosa como esas eh? De papá Manuel decían, que andaba bajo las lluvias y ni el sombrero se le mojaba. De la cabañuela decían que colocaba 21 granos de sal y 12 de habichuelas blancas, el color no importaba, en la solera de la casa… de esa manera el viejo gerenciala apuesta que casi nunca perdía.
En medio de la fiesta Isaías, dijo que le interesaba conocer sobre los negros de Haití, le dije que teníamos que ir donde abuelo o donde papá porque me hacían falta datos para podérselo con autoridad. Llegamos pero ya abuelo se iba a descansar. Era casi media noche, Isaías se iba con sus padres en la tarde del otro día, también nos acostamos, no pude dormir porque a mi mente acudían los nombres de líderes antillanos, sentía pesadilla viendo el cadáver de Sebastián Lemba. El abuelo aseguraba que el líder negro había nacido en el 1513 o 14, y que su muerte forzada ocurrió en el 1547 o en 1549. Isaías estuvo enamorado de la historia de Mackendal y de Buckmán, le conté que era originario de Jamaica, que era un discípulo de Mackendal, por la lucha suya en post de la liberación de los haitianos. Me quedé sorprendido porque me habló de los Miulat y de los Grifos.

*****
Días después recibimos a doña Josefa que andaba con la señorita Victorinalda, que padecía de ronquera y dolores en la garganta, no se le oían las palabras, hablaba por gestos y señas. No era alta, de cabellos largos abundantes, como la noche sin luna y pocas estrellas. De su piel salía el perfume del islan islan, planta muy perfumada, propia de los lugares frescos. Le apodaban Nanán, tenía pintada en sus mejillas la timidez de la mujer mestiza, de ojos negros con miradas azucaradas, era doncella aún, pero se sabía en el entorno familiar que los varones de aquellos lugares linieros la cotejaba hasta el cansancio, un señor de apellido Villiberto Ortega entregaba su alma a las ánimas, si le conseguían un beso de la boa de la mestiza de los Arias, de la Lometa. Para el señor Ortega no había camino largo, ni oscuro con tal que pudiera siquiera ver las miradas tímidas de la hija de Felipe Arias, a quien llamaba el Alcalde. No había Galipotes ni vacases, tampoco nimitas, ni bembienes, el asunto era siguiera ver los encantadores ojos de la señorita Victorinalda Arias. Para los enamorados no existían peligros ni creados y fantaseados.

Francisco vivía con su padre y sus cuatro hermanas. Simona se había casado con Toribio de la Cruz, y ya tenían tres hijos, pero Toribio hallaba que esas criaturas eran muy extrañas, especialmente el llamado Regino. Decía- ese muchacho tiene por boca una zanja y por ojos dos bombillas… los cabellos son míos, de eso seguro estoy, las manos, son como los tíos mandingas, se parece a La Paz, su primo.
Francisco era el mayor de los hijos de mi padre, pero era muy quisquilloso, eso decían de la familia Silverio, olía la comida, y de inmediato si algo no le agradaba escupía hasta dentro de las vasijas. Sin embargo Fico era un individuo muy metódico fíjese doña Josefa, que es dueño de una parcela, no muy grande, y la tiene dividida en tres: siembra cogombros, carambola, rica en vitamina C, pitajayas, mangos agrios, ha sembrado limas, banano y rulo, tu lo escucha mientras camina “las frutas de color amarillo, que tiene decenas de pintas y su pulpa es de color amarillo, entonces cómetelo que es rico en Vitamina A y C
El es mi hermano mayor, señora Josefa, tiene un pequeño hijo vive en la zona urbana con su madre, le llama Pedriberto. Está soltero, una señora de Hervidor se ha cruzado en su camino pero a mi hermano no le agrada… dice él, porque tiene una hija con 5 hijos y según su prejuicios, no sería con ella con quien se estaría casándose sino con más de una docena de persona y eso era insólito. Además se llamaba Francisca y a él no le agradaban las tocayas. La hija de la señora se llamaba Filogenia, los hijos eran de cinco padres. Estaba construyendo una vivienda para en uno de las habitaciones, celebrar el 29 de junio el día de San Pedro, que era el santo de su hijo.
Diez años más tarde el 29 de junio entraron a la vida y la vivienda de mi hermano Francisco la señora Pancha con su hija Filogenia y los hijos y padrinos de éstos. Se creyó ser la burla de los esporádicos habitantes de Guanábano. A partir de la fecha comenzó a ser llamada, Pancha Llivo y ellos los muchachos, José Pancha.
Isaías y sus padres en la vivienda de mi padre Gregorio, conocieron a Esteban Cruz y a Matea de la cruz, su amaga esposa. Padres de Angelita mi mujer. Residentes, ellos, en Los Llanos de Pérez, sección del municipio. Esa misma tarde llegaron para la fiesta de San Pedrito, los señores Juan de Jesús Vargas, pero por separado, también, Juan de Jesús Torres y su esposa Libertad González, padres de Augusto, con heridas en el hombro derecho, en la pierna del mismo flanco y en la cabeza golpeadura de macanas, cachiporras y culatas gringas; recibida en la batalla de la Barranquita donde se negara a señalar los cómplices del general Calixto Daniel.
Victorinalda años después daba a luz del niño Agustín Arias. Habían escogido la fecha para el matrimonio. Pero Agustín de Jesús Vargas le requirió un avance en las relaciones amorosas, a la negativa de la jovencita, se valió de un lo que se conoce entre los dominicanos como Guanguá. Cuentan que Victorinalda fue convocada por su novio a quien todos querían asistir a la vela de Santa Ana en Jicomé de los Vargas, y ella aceptó. El novio tenía el paquete, que le había preparado el brujo Leoncio, entre los bolsillos y en su corazón, con sustancias muy perfumadas dejándola desvanecida. Ese día era martes y Victorinalda inocente tomó el paquete con la mano derecha. El hecho fue así y la muchacha no se casó con el pero dio a luz a su primera criatura a quien amó con locura hasta el último día de vida.
La fiesta terminó el 31 en la madrugada pero Juan de Jesús Torres, viendo que yo le había curado a su hijo, por solo 3 pesos pidió a los músicos, que eran los Tres Botones, la extensión de la parranda hasta la 4 de la tarde… bajo un sol radiante de brisa plácida y fresca llena de las aromas del lugar. Así se iniciaron las relaciones entre las cuatro familias. Los Cruz Medina, con los Torres Arias.


******
La señora Victorinalda Arias, se había sanado de la ronquera. Era madre de Agustín, de Reginaldo y de Majerilda, estaba embarazada de nueve meses. Era mujer de Augusto Torres aquel que curamos de los golpes del invasor yanquis. Augusto Torres González era padre de José Agustinio, de Buenaventura, de Francisco. Pero no me importa hablar por ahora ni de Victorinalda, como tampoco de Los Torres González
Mi preocupación por ahora, es la presencia en casa de abuelo, de mi hermana Nicolasa, que regresaba del Naranjo Chino donde vivía, mi padre Gregorio no le respondía las bendiciones desde que se casó con Ignacio Bonilla, porque era un jugador de dados y de barajas. No estaba seguro de la reacción del viejo cuando la viera en la casa, así que dejé de pensar en la familia de Isaías, y la fui acompañar. Cuando hablábamos de la pequeña Gregoria, su hija, llegaba nuestro padre, y, al verla vino donde estábamos temerosos le entregó con placer y humildad, toda la fuerza embobinada de su amor paternal. Me regresé a mi hacienda y encontré a Fico que llegaba del cortijo de su tía Simona, venía disgustado porque no soportaba aún la manera que Toribio trata a la tía mayor. Me dijo, vea usted Juan, ese hombre ve de arriba abajo a tía, como si le tuviera miedo o demasiado deseo de comérsela. Me reí pero no lo manifesté en demasía por lo delicado que es Fico, se enoja demasiado fácil, es muy ortodoxo, para él las tradiciones mandingas están por encima del padre nuestro y de María y José. Pero entonces no aguanté por mi alocada imaginación y me pareció oírlo decir ya está riéndose como los locos. Ese individuo la miraba como si le contara las pecas, o las espinas de la cara, y continuaba buscándole marca de niguas. Y cuando le iba a decir que los hijos de taitas mandingas no éramos piojosos, y muchos menos niguatozos ahí salió inesperadamente huyendo el lince que algo lo había espantado. Y aquí me ve. Ahí en casa del viejo esta nuestra hermana, anda para que la felicite porque papá la perdonó. El se alegró y sin decirme cosas algunas se dirigió a donde estaban, como si en fiestas fuera. Yo sabía que Llivo no creía en va a llover, creía lo que medía con la soga de sus razonamientos. No estaba a gusto con las tantas gentes que hay en la casa que había hecho para su hijo Pedrito. Lo decía sin tapujos ni traques traques, no seré padrino de nadie porque no creo en la fe de los que bautizan en nombre de un amor que nunca han sentido. Fueron esos los que mataron y mandaron a matar a los niños, los mismos que esclavizaron nuestra etnia, los mismos que pagaban para que trajeran a nuestros padres y madres amarrados como bultos y maletas, dieron fuego a nuestras casas. Y como el es así lo hallan huraño cimarrón y resabioso salvaje peligroso. Ya no rea esclavo, desde cuando mataron a los abuelos de los abuelos nuestros, desde esos días dejé de creer, en palabras de altares de Blancos.
Como la preocupación por Nicolasa, se había esfumado, me fui a dormir un poco. Y creo que permanecí en la hamaca, de 5 a 6 horas, descansando. Estaba rejuvenecido porque había soñado y cuando soñaba viendo espigas y mazorca, mi espíritu recuperaba las energías que se habían quedado detrás del mango del arado y de la mocha, de la garrocha o de la coa y del pico y de la pala. Mi preocupación, son mis hijos que morían, en los días del nacimiento. Pero había sido llamado para ir a Hojas Anchas por los entornos de La Aguaita donde había un individuo con heridas en el cuello y en la espalda…no se sabía quien se la había hecho, pero según las informaciones era uno de los hombres de Luis Tejera, de los matadores de Mon Cáceres. Nunca lo creí porque hacía cinco años del magnicidio. Estábamos en 1917, podría ser uno de la resistencia, de los llamados para su honra Gavilleros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario